De pronto, todo el clima político está enrarecido y ello ocurre por que el Gobierno Nacional debe encontrar dinero o la forma de hacerlo con urgencia, antes que los ajustes de los servicios lleguen a la bronca de la gente. En ese andar, necesita toda clase de distracciones de cualquier tipo: le vino bien Malvinas hasta que la frivolidad de los funcionarios gastó el tema. Le viene bien la oposición de Macri ya que llena la página de los diarios. La tragedia de Once introdujo un cambio en la agenda presidencial del que no sabe cómo saldrá aún.
El Gobierno comenzó su nuevo período con un ajuste que, a  esta altura, suena a tibio. Se dio cuenta, además, que no quería profundizar en ajuste alguno. En el 2008 lograron confiscar los fondos jubilatorios bajo una serie de argumentos sensibles para la gente pero cuya cosa práctica fue la de contar con el dinero para seguir aumentando el gasto público y, con ello, la popularidad kirchnerista. Gastaron esta caja al terminar siendo insuficiente.
Para que el Gobierno lograra reponer el superávit fiscal perdido de la mano de un fenomenal gasto público, debía hacer un ajuste que no quiere hacer.  Y encontró la manera. Ahora, reforma mediante, el Banco Central será el financiador del Gobierno, por un lado, y hasta nacionalizarán los depósitos bancarios. Así, el BCRA podrá entregar dinero al Gobierno con unos límites que no son tales y, de última, se encargarán de moverlos si lo necesitan. Ningún gobierno justicialista ha aceptado límite alguno, más que la ruina final y, en ella, fueron hábiles para hacerse echar antes que quedar marcados por su fracaso.
La nacionalización de los depósitos opera así: los depósitos de los depositantes en cualquier banco son por cuenta y orden del Banco Central. Éste remunera al banco depositario y determina el destino del dinero. Por supuesto, dicho por Mercedes Marcó del Ponto y los militantes kirchneristas, todo es rosa y todo es perfecto. Pero la sola enunciación produce escozor.
Escozor por cuanto este movimiento que se intenta es la más fenomenal definición de que el Gobierno no realizará ajustes y, por el contrario, está dispuesto a cualquier cosa para sostener “el modelo productivo” basado en el empleo y gasto público.
La propia jefa del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, estableció que es esto o un ajustazo. Ajustes el gobierno no hará y, en todo caso, continuarán haciendo de todo para no hacerlo, como la “gubernamentalización” del Banco Central y la toma de todos los depósitos bancarios.
El argumento de venta: terminar con el último resquicio de la Convertibilidad. Justo el resquicio  que le daba razonabilidad al manejo del Banco Central y ciertamente no es para mejorar aún más las prescripciones del manejo de la entidad bancaria.
Por caso, lo que se quiere derogar establece que el Banco Central debe comunicar tanto el valor de las reservas como su composición. Con la reforma, el Banco Central queda “desobligado” a dar tan importante información y podrá, solamente, decir un monto total y comete ese chupetín.
Ninguna reforma de la mano del kirchnerismo es gratis o para mejor. Es, simplemente, para incrementar su poder aún a costa de la gente por la cual declama.
Las consecuencias de un mal manejo de lo que se está proponiendo es una fenomenal crisis que no ocurrirá en lo inmediato ya que son del tipo de crisis que se construyen peldaño a peldaño. Estos son casi los últimos sumados a la inflación tan ninguneada por el Gobierno.
Por otra parte está el conflicto que le planteó, sin decir agua va, Macri. El Gobierno se muestra unívoco en los insultos al Jefe de Gobierno de la Ciudad pero errático en las respuestas. A la judicialización inicial, la Presidente anunció la “legislización” del tema, buscando una ley que le zampe a Macri los subtes y todo el transporte urbano. Carece de sentido de común por dos aspectos: El primero, es que la Constitución Nacional incluye en su reforma de 1994 la cláusula de que cualquier cosa que pase la Nación a las provincias debe contar con las partidas presupuestarias correspondientes. Aprendieron los gobernadores de los traspasos que hacía Menem y buscaron resguardo. Cualquier ley que el Kongreso vote traspasando los subtes sin el dinero correspondiente será motivo de la “judicialización” del caso hasta que llegue a la Corte Suprema de la Nación. Luego, el Ministro de Vido sale anunciando la incorporación de 45 vagones para la Línea A y vagones para los trenes. ¿En qué quedamos? El Gobierno busca un resquicio bajo el cual no quede pegado contra Macri, contricante presidencial del 2015. Y la pregunta es, ¿fineza política del Gobierno por elegir al opositor?;  el Gobierno, ¿está inflando o desinflando a Macri?. Esto tendrá respuestas cuando podamos ver encuestas de opinión.
Pero ciertamente, la cuestión la plantea la Presidente de la Nación y no Macri. Ciertamente el Gobierno es muy eficaz en lo comunicacional, ya que al menos logra que que no kirchneristas intenten balancear lo que no puede serlo. Poner en pie de igualdad al Gobierno de Kristina con el de Macri es simplemente informar como para no recibir sanciones bajo la implementación de la Ley de Medios. Y una separata aquí: ¿no debería cada medio gráfico, televisivo y radial informar al público sobre cuánto dinero recibe en publicidad oficial y cuánto representa de sus ingresos totales? Eso sería lealtad al consumidor, ¿no?
El Gobierno, finalizando, se encontró iniciando su segundo mandato de la mano de un ajuste. Alguien decidió que no avanzaría por allí y encontró en la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central la siguiente caja a utilizar: los depósitos bancarios de todos los argentinos. Como con el Indec, las estadísticas del Banco Central corren peligro y, con ello, la información macroeconómica del país. Las peleas con Macri distraen a la gente de la inflación, la inseguridad y las reales intenciones del Gobierno más aún que el conflicto de Malvinas del que pareciera que el Gobierno está recogiendo el piolín.
El Gobierno continuará echando a otros las culpas de los fracasos propios o simplemente no hablará de ellos. Por ejemplo, la recorrida permanente para llenar tanque de nafta o gasoil corolario del fracaso en la materia por parte del Gobierno Nacional que nos obliga a destinar una buena porción del producto nacional a importar gas, energía eléctrica y combustibles luego de que el país fuera autónomo. Autonomía lograda con las reglas más puras del capitalismo: inversión privada, libertad de mercados y diversidad de oferentes. ¿Qué logro el kirchnerismo? Desabastecimiento, falta de exploración e importación masiva de todo lo que tenemos en nuestro país.
Otro caso es la inflación. La gente está aprendiendo cómo el buen aumento salarial de un año, se lo termina fagocitando la inflación. Al principio, el Gobierno fue eficaz en echarle la culpa a las empresas, pero el argumento va perdiendo credibilidad poniendo al gasto público y  a la “maquinita” de imprimir billetes como causante del problema.
Otro caso son las empresas estatizadas como Aysa y Aerolíneas Argentinas. De movida nomás, estas empresas en la esfera privada pagaban impuesto a las ganancias, por un lado, y no recibían fondos del Tesoro Nacional, por otro. Ahora, bajo la esfera del Estado, estas empresas no solamente no pagan impuesto a las ganancias sino que reciben todos los meses dinero del Estado para cubrir sus gastos operativos.
Además, y para colmo de males, la tragedia de Once que la renuncia del Secretario de Transporte –uno más- no paliará el impacto en el Gobierno, como así tampoco la “tragedia Boudou”, en la que el Vicepresidente fue descubierto en maniobras de corrupción y cuya situación es precaria como son precarias sus explicaciones conspirativas ancladas en Duhalde y en la empresa competidora Boltd: precariedad de explicaciones es precariedad de honestidad. ¿Los jueces seguirán salvando a los funcionarios K?: Jaime, Madres de Plaza de Mayo, Shocklender, los fondos fiduciarios de De Vido. Ahora, el Vicepresidente.
Y así podemos marcar más frakasos que la gente aún no visualiza, adormecida por el elixir de la inercia del consumo que el Gobierno ha sabido llevar a cabo despreocupado de las consecuencias de la exacerbación de tal modelo. Las crisis europeas tienen basamento en un exceso del gasto público cuya corrección es nada más y nada menos que ajustes mayúsculos. Claro que en aquel continente, usar el dinero de la gente por fuera de sus imposiciones fiscales es pecado mortal mientras que en Argentina a la filosofía justicialista, radical o socialista en sus diversas modalides le resulta grata por la esencia “robin hood” de sus postulados: quitar a unos para dar a otros y no hacerse cargo, los políticos, de sus desatinos. Ciertamente cuentan con pueblos que aceptan que la “madre naturaleza” o alguna oscura conspiración nos pone en situación de crisis antes que la ineptitud de las ideas justicialistas, radicales o socialistas.
De pronto, los ruidos de los fracasos son audibles por más gente. Si de algo valía el segundo mandato de la Presidente es que se haga cargo de sus políticas y sus fracasos. Esperemos que la gente comprenda que está ante un fracaso en acción antes que en una conspiración. Y esperemos que alguien tome los temas y los trate como son y aumente su popularidad. Ni el radicalismo, ni Hermes Binner ni Pino Solanas pueden hacerlo ya que, en la sustancia, apoyan el “modelo magiclick” que le ha dado buenos resultados al kirchnerismo.












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