¿DIGNATARIO o SERVIDOR? ¿POPULARIDAD o DEMAGOGIA?
Dignatario es una persona investida de una dignidad o cargo elevado. Por su parte, servidor nombra a la persona que sirve como criado o al nombre que, por cortesía, una persona se asigna a sí misma respecto de otra. Dentro de la literatura moderna católica, Jesús es un líder desde el servicio y no desde el  poder. El lavado de los pies en la Semana Santa expresa este concepto. Otros milagros en su vida terrena, lo ratifican.
El Papa es un Jefe de Estado reconocido por la mayor parte de los países del mundo. Bajo esta categoría, el Papa tiene dignidad propia de todos quienes, como monarcas o presidentes, ejercen la más alta función política del país. Todos aceptamos que tal dignidad sea ejercida con una cantidad de privilegios fuera  del alcance de los ciudadanos comunes: vivir a costa del Estado, recibir honores en representación del  Estado que preside, desplazarse en condiciones privilegiadas respecto del resto de los ciudadanos, salvo los muy ricos. Dirigirse a ellos requiere de protocolo, ceremoniales  que incluyen cómo hablarles, vestirse, etcétera.
El mundo europeo transcurre entre monarquías y parlamentos. Si bien las formas se han alivianado respecto de otros tiempos, las mismas subsisten.
Los papas no han estado ajenos a ello. Si bien Juan Pablo II se desempeñó poniendo al Papa en contacto con la feligresía, los honores al Jefe de Estado se mantuvieron. Benedicto XVI procedió de igual forma. Inclusive, aceptaron mansamente las exigencias de la seguridad que rodea a quienes tienen la dignidad de mandatario.
Francisco nos viene a decir que es un “servidor”, que él está para servirnos  como Jesús lo hizo. Está al servicio del feligrés y, entonces, mantiene su celular abierto, llama directamente, sin intermediación a la persona a la cual se dirige, allana trámites a bautizandos o contrayentes.
¿Podrá Francisco eliminar completamente lo que rodea a su “dignidad” de Jefe de Estado? Si bien ha multiplicado las conductas diferentes (pagó el hotel de menor jerarquía que el utilizado por sus colegas; se dirige a pie o en ómnibus; llama al canillita para que no le mande más el diario; se dirige a quienes están en la Plaza de Mayo, etcétera), no ha sustituido, por ejemplo, el cáliz de oro utilizado en la misa de asunción por alguno del tipo vasija. Frente al cuerpo diplomático, presidentes, monarcas o candidatos a serlo y representantes de otras religiones, la ornamentación del altar de asunción estuvo dentro de lo tradicional.
Esperamos, como todos, que Francisco multiplique las conductas de cercanía con los pobres y logre que el amplio mundo de riqueza contemporánea se sume a su cruzada y a la de Naciones Unidas en favor de los pobres. Especialmente, que los gobernantes abandonen la corrosiva corrupción que se ha enseñoreado en los estados de todas partes.
¿Cuál será el punto caramelo, como dicen las cocineras de todo los tiempos? ¿En qué punto se cruzarán “dignidad” y “servicio” al punto de contraponerse?
La clave está en algo del mundo latinoamericana: el populismo versus lo popular y la demagogia versus el contenido.
El nuevo Papa deberá más pronto que lejano, comenzar a traducir la nueva conducta papal en contenidos. El menos difícil es el aborto: la defensa de la vida humana no genera más o menos católicos. Quien es católico practicante puede incurrir en esa práctica extendida en el mundo moderno pero, con arrepentimiento y perdón, podrá continuar su vida cristiana. Tampoco es un tema el católico divorciado, en tanto no haya vuelto a formar una familia en vida del cónyuge asumido en el sacramento del matrimonio. Menos lo es un homosexual en tanto su conducta se mantenga en el pecado individual.
Los temas duros en los que Francisco deberá mostrar qué es lo que puede hacer convirtiendo una esperanza en realidad o, contrariamente, en una frustración, es en el aborto sistemático, con apoyo de los estados; los divorciados que establecen nuevas familias con hijos, queriendo ellos mantener su vida cristiana y comulgando como así también bautizando a sus hijos y promoviéndolos a la vida cristiana; los nuevos tipos de familias entre homosexuales que llevan a sus hijos –adoptivos o logrados por las técnicas de reproducción asistida- a bautizarse o compartir colegios católicos. Hasta ahora, la fe de los padres en actos concretos sacramentales era crucial. ¿Qué hará Francisco al respecto? ¿Qué novedad aportará al mundo católico sin afectar la doctrina? ¿Ampliará el alcance de la “conciencia” individual?
A la hora de establecer cambios, la Iglesia Católica es profundamente prudente: se toma años para llevarlos a cabo. Un caso paralelo ha sido la reforma anglicana. Esta religión adoptó mujeres sacerdotes, lo que generó un éxodo de unos 700 mil anglicanos a la Iglesia Católica, bajo un estatuto particular formulado por Benedicto XVI. ¿Cuántos nuevos feligreses tuvo aquella iglesia? Ciertamente puede ser una apuesta a futuro, pero está por verse.
¿Qué ocurrirá si Francisco no logra establecer una mínima diferenciación en estos temas? Al menos, ¿qué ocurrirá si Francisco no llega a explicar convincentemente por qué no puede hacerlo? Ciertamente, se lo acusará de ser un populista demagógico, y este es el riesgo que deberá sortear: la satisfacción o no de expectativas de todo tipo creadas a partir del mundo hacia el adentro de la Iglesia Católica,
Para finalizar, alguno que otro concepto del marketing empresario. Muchos sectores piden cambios radicales a la Iglesia Católica. Supongamos por un momento que un Papa cualquier los asume y los impone. ¿Logrará que masivamente abandonen el ateísmo e indiferencia millones de personas? ¿Y qué ocurrirá con los millones de militantes actuales? Porque asumir cambios de tamaña envergadura, para que se vayan millones de personas y no haya un flujo, similar al menos, hacia la Iglesia no parece “negocio”. Pero desde ya quiero abandonar esta idea, ya que la Iglesia Católica no razona en estos términos. Pero como vos y yo sí lo hacemos, es que lo he planteado.
La Iglesia Católica está en mejores condiciones de volver a ser una comunidad pequeña antes que resignar la doctrina fundante. Podrá encontrar matices apropiados a los tiempos, pero su militancia será tras la doctrina de Jesús la que, además, contiene aquello de que por Mí os perseguirán.
Esperamos, tenemos enormes esperanzas, que el continuador de Juan Pablo II en el acercamiento a la gente y la más humilde, tenga éxito. Que en clave latinoamericana logre poner en el escenario la dignidad de tanta gente que vive en condiciones alarmantes, en todo el mundo. Y que lo logre con la esencia de la misión del Vicario de Cristo en la Tierra: evangelizando.
Evangelización apropiada al mundo moderno, caracterizado por la indiferencia y la increencia. Sin embargo, debemos notar que este fenómeno se da principalmente entre los pueblos ricos y cultivados y Francisco deberá, también, encontrar formas de evangelización para recuperarlos a la fe.
Ciertamente, amiga y amigo lector, Francisco necesita que recemos por él. Hagámoslo


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