ES LA IDEOLOGÍA. De pronto,
el debate ideológico resurgió. Ante la Corte a lo que nos referimos más
abajo, por un lado. En el Congreso con el tratamiento de la infantil
reapertura del canje y con la lucha por la soberanía que emprendimos contra
el hangar de LAN. Distintos niveles, por supuesto, pero la “izquierda/derecha”
nuevamente metida en nuestras vidas.
Es por esto la transcripción del artículo de Agustín Laje a propósito
de un artículo de Roberto Gargarella en La Nación, en el que nos lleva de la “izquierda
posible a la derecha real”, en el que analiza el resultado electoral de las
PASO y estableciendo (que) “…lejos de ser la izquierda posible -lo máximo de
izquierda que nuestra sociedad está preparada para tolerar- el kirchnerismo
se ha convertido en la derecha verdadera, la política más de derecha que
nuestra sociedad puede soportar…” Es más, el conflicto contra LAN está
rozando el concepto fascista del monopolio estatal. “Recuperadas” varias
empresas, es decir, estatizadas, el siguiente paso es la constitución de
un monopolio de base estatal,
constituyéndose en el modelo fascista, como un monopolio virtuoso. Esto
también está tras el debate que planteamos en NdF de hoy.
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LA PRIMERA SESIÓN DE AMIGOS DEL TRIBUNAL fue, para
quienes tuvimos oportunidad de seguirla, apasionante. La secuencia “amigo
Gobierno – amigo Clarín” dio oportunidad de escuchar argumentos y puntos
relevantes. La preparación del grueso de los participantes fue esmerada, con
casos y fallos de los Estados Unidos y conceptualizaciones teóricas. Hemos
elegido este artículo ya que expresa lo que se expuso ante nuestro máximo
Tribunal: las posiciones, finalmente, tienen origen en lo que se entienda hoy
en día por izquierda y por derecha. “Una ley votada por el Congreso y
promulgada por la Presidente no puede ser cuestionada por un órgano no
electivo”, es uno de los argumentos utilizados. Creemos contribuir con esta
presentación en clarificar la situación, en las que los conglomerados
colectivistas presentan graduaciones para la toma final del poder con
propósito hegemónico y unitario
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En torno a la derecha y la izquierda (respuesta a
Gargarella)
Por Agustín Laje (*)
Roberto Gargarella es un académico
argentino de izquierda por demás interesante. Su producción intelectual es
extensa, y entre sus libros más destacados se encuentran obras del calibre de
Las teorías de la justicia después de Rawls que, …, no podemos dejar de
reconocer el valor y el rigor de sus escritos. Todo aquel que lo haya leído
con suficiente honestidad, sin dudas profesaría respeto intelectual para con
Gargarella.
No puede decirse lo mismo, empero,
de su última columna política para el diario La Nación, publicada el pasado
lunes 19 de agosto (1). Lo que allí pretende el autor –…– es efectuar lo que
ya constituye un tradicional estratagema en la izquierda: el acto
de purificación histórica que extirpa la etiqueta “de izquierda” de los
productos históricos –fallidos, monstruosos– de la misma izquierda.
Pues bien, ahora resulta que el
kirchnerismo no sería verdaderamente de izquierda. Mutatis mutandis, Stalin
no fue “verdaderamente de izquierda” cuando la izquierda –valga el
trabalenguas– no pudo evadir el hecho del genocidio soviético.
Existe un debate sobre la
conveniencia y vigencia de la dicotomía izquierda/derecha en la discusión
política actual. Gargarella es
consciente del sentido que aún guarda la antinomia en cuestión, algo que
comparto plenamente, pero por razones que prefiero hacer explícitas: la
simplificación inherente a dos categorías bipolares no se borrará del
imaginario colectivo por la sencilla razón de que resulta funcional a la
escasez de información y formación política que caracteriza a nuestras
sociedades.
El hombre no estudioso de lo
político (vale decir, la inmensa mayoría) precisa de este “atajo”
conceptual a los efectos de ordenar sus posturas y preferencias
políticas. Luego, la dicotomía izquierda/derecha es ineludible por fuerza
mayor y, en todo caso, lo que debe actualizarse es su contenido concreto,
esto es, aquello que la categoría está significando.
¿Pero cómo encasillar
ideológicamente al kirchnerismo sin explorar antes las categorías ideológicas
a utilizar? Gargarella, como buen académico que es, no esquiva este requisito
elemental. Y es por ello que inicia su artículo ofreciéndonos una curiosa
definición de tipo operativa:
“Una medida es ‘de izquierda’
cuando contribuye a la democracia económica (aumentar la
participación de los obreros en las ganancias de las empresas); cuando sirve
a la democracia política (más participación y control del pueblo
en los asuntos públicos); o cuando ayuda al fortalecimiento de derechos
humanos básicos (terminar con la tortura en las cárceles). Diré
entonces que una medida es ‘de derecha’ cuando ella se orienta hacia fines contrarios
a los citados (favorece a una minoría económicamente poderosa; ayuda
a concentrar el poder político; violenta derechos humanos básicos)”.
… Así pues, la dicotomía
izquierda/derecha para Gargarella es casi una dicotomía moral entre lo bueno
y lo malo, algo que no ocurriría si hubiera propuesto una definición
de tipo teorética (opción mucho más apropiada para llenar de significado las
categorías políticas).
Sin perjuicio de tales
consideraciones, lo cierto es que la definición operativa de Gargarella no
sirve siquiera para efectuar un análisis consistente de la realidad. En
efecto, si siguiéramos a pie juntillas su propuesta conceptual, debiéramos
arribar a conclusiones que colisionarían con el más elemental sentido común.
Por ejemplo, debiéramos afirmar que Fidel Castro y el régimen marxista que impera
en Cuba es derechista, en virtud de las violaciones a los derechos humanos
que allí acontecen y la ausencia de democracia desde hace más
de medio siglo en la isla (en rigor de verdad, ningún experimento
comunista cuadraría con la categoría “izquierda” de Gargarella).
Asimismo, debiéramos calificar también
como “derechista” al gobierno del difunto Hugo Chávez, atento a la
concentración de poder que caracterizó al referente del llamado “socialismo
del siglo XXI”. O podríamos, por qué no, etiquetar al mismísimo Marx
como “derechista”, si reparamos en que éste le hablaba al proletariado de la
inevitabilidad de su dictadura, feroz y cruel como cualquier otra, en la
senda que lleva a la “sociedad sin clase” y, por lo tanto, sin Estado. (¿Las
dictaduras del proletariado que terminaron con la vida de 100 millones de
hombres durante el siglo XX habrán sido también derechistas y hasta ahora no
lo pudimos entender? ¿O será que a la izquierda le conviene desembarazarse de
tantos muertos?).
Vale destacar, para comenzar, que
las categorías “izquierda” y “derecha” no tienen un significado intrínseco.
Por el contrario, su significado es fluctuante y se va acomodando a las nuevas
condiciones políticas, sociales y económicas imperantes. No existe, en
puridad, una “doctrina de derecha” o una “doctrina de izquierda” como algo
fijo, inflexible, atemporal y unívoco. Esto atentaría contra la propia
función de las categorías, a saber, simplificar la realidad política en favor
del hombre no estudioso del fenómeno político y sus distintas teorizaciones.
En efecto, “izquierda” y “derecha” son contenedores cuyo contenido fluctúa
con dependencia recíproca, en virtud de una relación antagónica
(cuando la una se mueve, la otra necesariamente debe moverse en sentido
contrario para respetar y mantener la lógica antitética que las define). Izquierda
y derecha no significan otra cosa que opuestos irreconciliables; dos
polos que, como tales, se encuentran en las antípodas el uno respecto del
otro. Indican una distancia inacabable entre sí. Y vale aclarar, en
este sentido, que cuando la gente dice que “los extremos se tocan”, eso es
porque no son verdaderamente extremos opuestos, sino coincidentes en lo
fundamental. Si se tocan, entonces no hay antagonismo en lo esencial.
Los orígenes históricos de estas
denominaciones se retrotraen a los tiempos posteriores de la Revolución
Francesa (concretamente el 27 de agosto de 1789) en los cuales, en la Asamblea
Constituyente, las distintas tendencias políticas se distribuían en el
recinto uniformemente. Así pues, la distancia física entre quienes se
ubicaban a la izquierda respecto de quienes lo hacían a la derecha,
simbolizaba al mismo tiempo una distancia inmaterial, de orden ideológico.
“Derecha” e “izquierda”, después de todo, no significan otra cosa que una
distancia contenida en una metáfora.
Friedrich von Hayek estudió en su
obra Camino de servidumbre las fundamentales coincidencias de los regímenes totalitarios
del siglo pasado (comunismo, fascismo y nazismo). En razón de estos puntos de
contacto, podría argumentarse que “los extremos opuestos se tocan” como
dijimos antes, pero ocurrió que el autor encontró en los fenómenos totalitarios
descriptos una raíz común en lo sustantivo que no los hacían verdaderamente
opuestos: el apego a la planificación y dirección de la sociedad con arreglo a
fines concretos por parte de un grupo enquistado en el poder.
Así pues, Hayek afirmó que el “colectivismo”
era un género que tenía varias especies, entre ellas, el comunismo, el
nacional-socialismo y el fascismo (de hecho, grandes teóricos
socialistas como Fichte tuvieron gran influencia en la posterior doctrina
nazi; Maurras definió al fascismo como un “socialismo liberado de la
democracia” y Valoris, fundador del fascismo francés, decía que “nacionalismo
más socialismo igual fascismo”).
Y el Premio Nobel de economía
afirmó, también, que lo que se encontraba irremediablemente
opuesto al “colectivismo” era el “individualismo” (al que se oponían,
con idéntica aversión, tanto nazis
como comunistas), concepción teórica que caracteriza a sistemas sociales abiertos y
más bien espontáneos, dinamizados impersonalmente por las fuerzas del mercado.
Pocos años más tarde, la filósofa
Ayn Rand también establecerá esta dicotomía colectivismo/individualismo,
pero llevará sus presupuestos hasta el campo de la metafísica. La primera divergencia
entre un colectivista y un individualista (que bien podríamos
trasladar a la dicotomía izquierda/derecha que nos ocupa) está
en nuestra caracterización del hombre y de la sociedad.
La manera en que concibamos la
realidad condicionará la manera en que entendamos la ética y la política,
dimensiones por excelencia constitutivas de la ideología en términos amplios.
En este sentido, la visión organicista de la sociedad
–como una entidad reificada, moralmente superior al individuo– se encuentra
en los fundamentos primeros de lo que erradamente se consideró la “extrema
derecha” (nacional-socialismo) y la “extrema izquierda” (comunismo) que, en
puridad, tuvieron sustantivas coincidencias (sugiero leer al respecto El
libro negro del comunismo).
Si “izquierda” y “derecha”
funcionan como contenedores de distintas especies de doctrinas o concepciones
políticas que guardan un común denominador en lo sustancial, entonces no
basta con estructurar su contenido en forma operativa como propone Gargarella
articulando los ejes “derechos humanos”, “redistribución hacia el obrero” y
“participacionismo” (ya hemos demostrado su inconveniencia más arriba). Por
el contrario, hay que encontrar los fundamentos primeros que dan sentido a la
tipología y que cohesionan de algún modo a las distintas especies
convivientes en el seno de una misma categoría.
Para resolver el problema
planteado, mi idea es que sobre la dicotomía individualismo/colectivismo en
el terreno ontológico se encuentran las bases de lo que luego en el terreno
político (quizás simplificando la cuestión) entendemos por “derecha” e
“izquierda”.
La disputa más visible en este
último campo, pero que depende en última instancia de aquél, es la de
libertad/igualdad. Al margen de que muchos podrían argumentar que la defensa por la libertad
individual “no es ni de izquierda ni de derecha”, lo cierto es que si
afirmamos que la lucha por la igualdad económica (como producto de la
coerción estatal) es algo propio “de izquierda”, entonces las demandas de
libertad individual debemos considerarlas, por la misma lógica antagónica de
las categorías bipolares, como “de derecha” ... Y lo cierto es que la
misma disputa libertad/igualdad está inscripta en una disputa anterior, que
es la de individualismo/colectivismo, como ya se dijo.
La dicotomía libertad
individual/igualdad coercitiva es, hoy en día, creo yo, el fundamento
primario en el terreno político de una serie de dicotomías que se irán
ubicando a la derecha o a la izquierda, respectivamente.
Así pues, los defensores de la libertad
individual demandarán un Estado mínimo mientras que los igualitaristas
peticionarán por un Estado paternalista; aquéllos argumentarán que la
democracia sólo puede funcionar limitando al poder político, mientras que
éstos propondrán una suerte de “democracia radical” donde vox populi vox dei;
aquéllos defenderán los principios de una sociedad abierta,
mientras que éstos preferirán los principios de una sociedad digitada o
planificada… y así sucesivamente.
Como vemos, determinar el contenido
actual de las categorías “izquierda” y “derecha” supone un ejercicio
intelectual mucho más complejo que el de pensar arbitrariamente en tres
medidas concretas de acción gubernamental, puesto que éstas son, en todo
caso, un reflejo de consideraciones más profundas que deben ser halladas. Lo
que procura Gargarella con esta cuestionable metodología es, por un lado,
reducir la disputa de las ideas políticas a una disputa más bien de tipo
moral (“buenos” contra “malos”) y, por el otro, arrancar del kirchnerismo su
ubicación en la izquierda del peronismo para que no le ocurra a la izquierda
lo que le ocurrió a la derecha con el menemismo.
Pero quienes nos encontramos en las
antípodas del izquierdismo kirchnerista (como especie), no debemos permitir
que la izquierda (como género) salga ilesa tras la estrepitosa caída de
Cristina Kirchner y su séquito. Se acabaron las excusas. El fracaso kirchnerista es el
fracaso de la izquierda.
(1)
(aquí puede
leerse: http://www.lanacion.com.ar/1611944-de-la-izquierda-posible-a-la-derecha-real)
(*)Agustín Laje dirige el Centro de Estudios LIBRE, y en pocos días
publicará junto a Nicolás Márquez el libro “Cuando el relato es una farsa”
@agustinlaje / agustin_laje@hotmail.com
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SOBRE LAS ACCIONES DEL GOBIERNO EN CAMPAÑA. El Gobierno
nacional está ajustando la campaña de octubre. Así, tomó el tema de los
bonistas no canjeados y ya procedió en el Congreso a tratar algo que sabe
Dios si algún día la Suprema Corte yankee se enterará para qué se intenta
hacer. Modificó insuficientemente el Impuesto a las Ganancias: ni aplicó
variaciones del índice de costo de vida ni modificó la tabla de determinación
del impuesto, verdadera madre de todas las batallas en el tema. Incluso,
emitió un decreto para decretar lo obvio, la coordinación de las ya múltiples
fuerzas de seguridad que operan en el territorio nacional. Mientras tanto, el
acto ante la Corte Suprema de Justicia le ha permitido relanzar a la
militancia a la calle, con un show callejero de “presión” a la Corte por la
Ley de Medios. La Presidente, entonces, retomó la campaña pero en la más
absoluta soledad: sin Insaurralde aún, con un Scioli que tomó nota que su
liderazgo se desgrana y, entonces, ya habla como candidato y un Massa que
espera que le lluevan los desatinos de la propia “líder y comandante en
operaciones” Cristina Fernández. Respecto de la militancia, el ridículo e
insostenible conflicto que crea Mariano Recalde desde Aerolíneas
conjuntamente con la vigilia ante los tribunales, pareciera no ofrecer dudas
a la Presidente sobre lo recalcitrante de la situación para el no militante
kirchnerista y la ayuda que pueda estar dando a Sergio Massa.
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FASCISMO. En favor de Gargarella, reproducimos parte del
siguiente artículo que expresa las características fascistas del peronismo.
Desde las izquierdas, fascismo siempre ha sido derecha extrema. Sin embargo,
remitimos al artículo de Laje para volver a la dicotomía
colectivismo/individualismo, por ejemplo. Gargarella trata de eximir, exonerar cualquier izquierdismo en el kirchnerismo, cuando, en realidad, el Gobierno viene actuando por izquierda en Ley de Medios y Reforma Judicial, por ejemplo, y lo hace desde el fascismo en lo económico.
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Fascismo
del siglo XXI
Adam Dubove
…En un plano político, el fascismo mussoliniano incluía
una fuerte presencia de nacionalismo, militarismo y corporativismo, tres
elementos también presentes en la cotidianeidad de la política argentina.
El discurso nacionalista del Gobierno
no solo se evidencia en su política económica proteccionista.
Por ejemplo, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales sancionada
para desmembrar al Grupo Clarín impone una cuota de contenido de producción
nacional a los canales de televisión alcanzados. O la antigua, aunque
recientemente reglamentada, ley que dispone la obligatoriedad del doblaje de
las películas al español con actores argentinos. También la norma que impone
la reproducción del himno nacional cada medianoche a todas las radios del
país. Todas estas medidas no sólo se justifican desde lo económico, sino
también desde el nacionalismo cultural.
El militarismo con ambiciones imperiales
es una nota característica de fascismo. Sin embargo, en nuestro país se fue
diluyendo con el correr de los años, especialmente una vez terminada la
dictadura militar de 1976-1983. En su reemplazo, el peronismo mantuvo un liderazgo
verticalista, y en la última etapa del kirchnerismo han vuelto a
surgir agrupaciones, como la Tupac Amaru de Milagro Sala, cuya
organización y actividades son de un corte netamente militar.
Cuando el miércoles pasado Cristina
Kirchner convocó a una cumbre en Santa Cruz, en la cual confluyeron
dirigentes de cámaras empresarias y líderes sindicales, dio un excelente
ejemplo del corporativismo. Es la idea de que la influencia de las
cámaras sectoriales y los sindicatos en la toma de decisiones políticas es
representativa de la mayoría de la población. La realidad es muy distinta, el
corporativismo deja como resultado una economía manejada por los intereses de
los grandes empresarios y los sindicalistas, mientras que el discurso
colectivista es aprovechado para presentar privilegios feudales que reciben
sólo algunos sectores como si fueran beneficios para gran parte de la
población….
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¿Está el Papa redifiniendo la doctrina Católica?, se pregunta en un artículo Paul Simmons. Es lo que nos hemos preguntado desde Noticias de Fondo al inicio del Papado de Francisco. Transcribimos abajo tres artículos en los que se tratan concretamente declaraciones del Papa comparándolas con la doctrina oficial de la Iglesia. Transcribimos la versión original en inglés y nuestra traducción basada en el traductor de Google y nuestra propia interpretación. Si entendés que hay errores que cambien el sentido del articulista, estimamos nos lo digas al mail noticiasdefondo@gmail.com o en Comentarios. Podés no estar de acuerdo con el articulista en cuanto una posición ortodoxa ante un Papa reformador o revolucionario, aún no podemos saberlo. Lo que sí encontrarás son los temas hoy en debate dentro del mismo catolicismo, desde una perspectiva doctrinaria. Lo que muestra es que si Francisco efectivamente quiere reformular la doctrina encontrarás aquí la magnitud de lo que se propone. ...
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