RIESGO DE TRABAJO
Tantos años de tira y afloje entre “mano dura, mano blanda”
ha creado el peor escenario posible para una sociedad como es dar por terminado
el contrato social en la que un árbitro llamado Estado tiene el legítimo uso de
la fuerza y una sociedad delega en el Estado el arbitraje de los conflictos
criminales.
Coincidimos con la doctora Gils Carbó: "Es inevitable asociar esos episodios
brutales con una campaña que se desarrolló contra un anteproyecto de Código
Penal, que causaron miedo y rechazo en la población".
Si bien la Procuradora General -por el voto del kirchnerismo,
radicales, socialistas y pinistas-, lo dijo en un sentido de tirarle el muerto
a Massa, la expresión es muy correcta y lo dijimos en nuestra anterior opinión:
la ciudadanía esperó por años que el Estado –bajo cualquier gobernante-
encarara el tema de la creciente inseguridad. El anuncio de un código penal
reformado con reducción de penas y eliminación de la reincidencia, sumado a
todas las “conquistas” para los acusados de crímenes, generó una desazón social
enorme y un límite a la espera. Lo que Gils Carbó endilga a Massa debiera verlo
al contrario: Massa se monta en un malestar generalizado. Claro que Gils Carbó
es una militante cristinista y, por lo tanto, curte aquello de la culpa es
siempre de otros.
También, debemos compartir con Sergio Berni las siguientes
expresiones: “El funcionario reconoció
que la gente "está cansada" que los asaltantes "ni siquiera
vayan a la cárcel" cuando son apresados. "Son delitos menores, pero
que angustian mucho a la sociedad. Es muy fea la sensación de un padre cuando
le roban el celular a su hijo, o cuando a una mujer le rompen el vidrio del
auto para robarle la cartera", dijo. Como en otras oportunidades, Berni
reiteró sus quejas contra el Poder Judicial por liberar rápidamente a los
asaltantes, por "no dar la solución que la sociedad necesita".
"El delincuente que fue detenido, ¿quién lo liberó? La Policía o la
Justicia?", se preguntó. Al respecto, recordó que el propio presidente de
la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, en su último discurso reclamó a los
magistrados mayor rapidez y agilidad y una actitud "más cerca de la
gente". "Los jueces tienen más preocupación por defender los derechos
de los delincuentes que los del resto de la sociedad", definió categóricamente
en diálogo con radio Mitre”
Claro que Berni también es cristinista y utiliza el método
archiconocido de este grupo político-militante, de echar culpas a otros y no
aceptar nada sobre sí mismos. Omite
decir el funcionario, que los jueces toman decisiones procesales conforme un
código que no legislan ellos y corresponde al Ejecutivo impulsar las medidas
correctivas. Así, si el código es abierto, es decir, deja librado a los jueces
un abanico de alternativas, éstos seguramente lo utilizarán en la interpretación más suave so pena de ser
acusados –aún por el oficialismo- de “mano dura”.
La solución, es una reforma
procesal que el Gobierno debe impulsar para no dejar al arbitrio del juez o del
fiscal interpretaciones al vaivén de las presiones de “derechos humanos” o “fascistas”
o lo que fuere.
El Gobierno de esta manera viene aceptando que existe un
problema. No acepta la genésis y, al menos, entiende que tratar el anteproyecto
de código penal es incorrecto desde el punto de vista político.
Por su parte, el Gobernador Scioli ve comprometido su futuro
político de la mano de muchas cosas. La primera, el férreo alineamiento a los
conceptos y prácticas del Gobierno Nacional. Scioli sólo presenta fotos y
declaraciones timoratas para decirle a la ciudadanía que él “puede ser otro”, pero a la hora de las
conductas, su alineamiento a la Presidente es pleno. Sin embargo, la inseguridad
bonaerense no solamente no cede sino que ha ganado en crímenes mafiosos y
delincuencia cada vez más desfachatada.
El anuncio de la emergencia en
seguridad es tomada por motivo de su
postulación en el 2015 y no por el
mandato –traicionado- de asegurar la vida y los bienes de los ciudadanos
de la provincia. La supuesta “vuelta de rosca” llega tarde, con varios miles de
asesinados y otros delitos y solamente de cara a su postulación. Para un político, la diferencia entre el estadista y el mediocre está en la toma de decisiones cuando éstas se adoptan solitariamente y contra la marea. Cuando la fruta está madura, está al alcance de cualquiera.
Este estallido de los ciudadanos tiene mucho paño para
cortar. Se revela, primeramente, una porción de ciudadanos que le ha perdido el
miedo a la delincuencia y está dispuesta a contrarrestarla por sí mismo, persiguiendo
motochorros o a cualquiera que caiga al grito de “al ladrón”.
Pero muy
interesantes son los casos en la provincia Santa Fé en la que vecinos –siempre de barrios
modestos- directamente han atacado a kioskos de venta de drogas. En un caso se
han tiroteado y en el otro, espantados los delincuentes derribaron el local a maza
y maza (sin que esto signifique alusión al Massa candidato).
Quienes compartimos con vecinos la preocupación por el tema,
sabemos lo infructuoso que es señalar los sitios de venta de droga tanto a la
comisaría como a los fiscales o al intendente. No parece ser una mala vía la
acción directa en este punto concreto dada la “omisión” y/o “complicidad” de
las autoridades con el tema.
Vayamos ahora, al título de la opinión de hoy: Riesgo de
trabajo.
Sabemos que un delincuente tiene “riesgos de trabajo”. El más
natural es toparse con la policía, derivando en un apresamiento o en un tiroteo
con suerte diversa. También, en el caso del delincuente que obra en banda,
toparse con otra banda.
El delincuente hoy ha agregado un nuevo riesgo "laboral": la
respuesta de la gente, lo que puede ser peor aún que un encuentro con la
policía.La gente en masa no da lugar al derecho de defensa y, menos aún, a la
proporcionalidad de la pena. La gente bajo conducta de masa es muy peligrosa ya
que hasta que no se produce “la explosión” o “el éxtasis” como es ver
despedazado al delincuente o destruida una propiedad o un espacio, no se detiene o, al menos, algunos se mezclan y culminan la tarea.
La finalidad de esa masa es la
justicia bajo un procedimiento primitivo, de la prehistoria humana como es la
venganza, venganza justiciera en el imaginario popular, mal que le pese al Episcopado argentino.
Ciertamente todos los gobiernos de la Segunda República (1983
a la fecha) tienen responsabilidades en este desastroso estado de situación. No
han sabido dar solución a los problemas en origen y los dejaron crecer bajo
discursos minimizadores, grandilocuentes y demagógicos. Y un día -hace pocos días- se anunció un proyecto de código penal que
dio fin a la espera de la gente. Fue el fin de la esperanza. Y mal que le pese al Gobierno, un dirigente
político está capitalizando con pala ancha la oportunidad ofrecida: Sergio
Massa se subió rápidamente al caballo y concentró el disgusto de la gente y le dio
forma. Claro que para Cristina, Berni, Gils Carbó la culpa es de Massa, pero
esto ya lo explicamos arriba.
¿Cómo salir de esto sin que pase más tiempo y se consolide la
justicia por mano propia? Es bastante más sencillo de lo que parece, pero esta dirigencia política está
incapacitada por sí misma para hacer una política global de seguridad que
contenga todos los elementos sociales, económicos, educativos, judiciales, carcelarios
que deban establecerse como para que en los próximos 10 años se enderece la
cosa.
Pero cuando el anteproyecto de
código penal estuvo promovido por los partidos políticos mayoritarios y el
Gobierno se aprestaba a enviarlo al Congreso, diremos amigos y amigas lectores
que no hay esperanza de que ocurra nada global. Nada de lo que llamamos "política de estado" superadora de la situación actual. Seguramente habrá anuncios
individuales como el de Scioli tratando de despegarse de la situación. O de la Sota u
otro, mas nada integral y menos aún integrado.
Esto es una mala noticia, ya que dejarán crecer a otra “bestia”
que se sumará a la anterior, aquella que viene creciendo desde hace años en la
periferia y hoy se mete en el centro: la reacción popular contra violadores de
niños y, ahora, ante cualquier ladrón.
Lo cierto, es que finalmente si faltaba una “bestia” en
nuestro país, ya la tenemos con nosotros. La miramos con espanto pero con
renovada esperanza de que, finalmente, algo ocurra en el sentido correcto de
una sociedad civilizada a la que teóricos a los que deberíamos procesar por
mala praxis han deteriorado a este nivel.
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