UN 16 DE JUNIO DE 65 AÑOS ATRÁS

Un 16 de junio de 1955 se produjo un alzamiento cívico-militar que dejó un saldo de 308 muertos. Se conoce como el bombardeo de Plaza de Mayo, aunque fuera un ataque a la Casa de Gobierno con el propósito de terminar con el gobierno del Presidente Perón y con el mismo Perón.

El 20/2/1938, asumen la Presidencia y la Vicepresidencia de la Nación, Roberto S. Ortiz y Ramón Castillo. El primero muere el 27/6/42, asumiendo la Presidencia el Vicepresidente, quien es cesado en su función el 4/6/1943 mediante un golpe de estado, asumiendo la Presidencia el General Pedro P. Ramírez el 7/6/1943, hasta el 9/3/1944 que es reemplazado por Edelmiro Farrell. El Coronel Perón, activo en el golpe y en la política interna del grupo gobernante, culmina su “carrera” como candidato a la Presidencia, siendo electo el 4/6/1946, finalizando el 4/6/1952. Durante su gobierno, se derogó la Constitución Nacional de 1853/56 y se instituyó en el año 1949 una nueva Constitución, que entre otras importantes reformas, instauraba la reelección ilimitada del Presidente. Así, Perón fue reelecto masivamente el 4/6/1952 y fue obligado a renunciar el 21/9/1955. De allí en más, se sucedieron gobiernos militares hasta la elección de Frondizi.

Esta abrumadora reelección en el marco de la nueva Constitución, llevó a una gran desazón de la oposición de poder liberarse “por las buenas” de las restricciones a las que Perón imponía por la fuerza, el descrédito y la persecución.

El ambiente nacional era de una gigantesca y violenta grieta, entre el gobierno popular mayoritario y las minorías políticas y sus expresiones mediáticas, principalmente periódicos, literalmente perseguidos desde el Gobierno.

Es en este contexto que entre militares de las distintas fuerzas armadas y con el acercamiento de civiles, muchos dirigentes políticos de los partidos Socialista, Radical y Conservador, se extiende la idea de que la forma de superar la situación de tiranía que entendían vivir era con un golpe de estado e, inclusive, la muerte de Perón. Así, es que se produjeron varios intentos con tal fin.

El 28 de septiembre de 1951, efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica al mando del general retirado Benjamín Menéndez, intentaron derrocar al gobierno. En su breve proclama los rebeldes acusaban al gobierno de haber llevado a la Nación a “una quiebra total de su crédito interno y externo, tanto en lo moral y espiritual como en lo material”. Las restricciones a las libertades cívicas y a la acción de los opositores, la reforma constitucional que permitía la reelección del Presidente, así como las medidas de politización de las fuerzas armadas decidieron a los militares adherentes al movimiento. Los efectivos rebeldes encontraron la resistencia –tanto activa como encubierta- de los suboficiales a cargo de los tanques de la fuerza inicial y les faltó el apoyo de unidades con las que pensaban contar, por lo que al cabo de medio día se rindieron a las fuerzas leales. (Wikipedia)

En 1953, un piloto de la Fuerza Aérea, se presenta ante el Capitán Francisco “Paco” Manrique, presentándole un plan bajo el cual se ametrallaría en vuelo al avión del Presidente. No se ejecutó.

El 15/4/1953, en una Plaza de Mayo atestada por una multitud que escuchaba al General Perón, estallaron varias bombas, produciendo 6 muertos y 95 heridos. La policía detuvo a unos estudiantes radicales, a los que, conforme los usos de la época, se los torturó.  Con la revolución de septiembre, se los amnistió.

El 15 y el 16/4/1953, las sedes del Comité Nacional de la UCR y del Partido Demócrata Nacional (conservador) fueron incendiadas. También, se llevó el desmán a la Casa del Pueblo del Partido Socialista, donde se rompió todo y se incendiaron miles de libros de la biblioteca de este partido. La sede de la calle Florida del Jockey Club, fue incendiada también por una turba. Este club había negado la solicitud de ingreso de Juan Duarte, hermano de Evita y, también, había rechazado la compra compulsiva de cien mil ejemplares del libro “La Razón de mi vida” (Sigo aquí a Larraquy, Argentina, un siglo de violencia).

En 1954, un grupo de oficiales de la Armada planificó una emboscada. Perón visitaría la VII Brigada Aérea de Morón, asiento de los modernísimos caza a reacción Gloster Meteor. Un grupo de oficiales rebeldes detendrían a Perón  y lo fusilarían. Fracasó ya que Perón cambió de agenda y no concurrió.

Los intentos por defenestrar a Perón continuaron a la par que el Gobierno se enardecía contra la oposición. En las tres fuerzas armadas hubo grupos de militares que conspiraban contra el gobierno constitucional. La Armada, mayoritariamente de oficialidad antiperonista; el Ejército, origen de Perón, con mayores dificultades para conspirar, y la Fuerza Aérea de afinidad al Gobierno pero con oficiales rebeldes. Completaban los cuadros golpistas los llamados comandos civiles, políticos y ciudadanos profesionales y estudiantes, dispuestos a acompañar acciones armadas que llevaran al derrocamiento de Perón.

Se formulaban planes que se desechaban por inconsistentes pero uno que “quedó dando vueltas” fue el de un ataque similar al japonés a Pearl Harbor. Un empresario antiperonista, Raúl Lamuraglia, resistente a las reformas de Perón, compró dos aviones usados de guerra y los aterrizó en Uruguay, dispuestos a atacar a la Casa Rosada. En su quinta de Bella Vista reunía a militares y civiles dispuestos a la acción. 

En Uruguay, el hombre tenía buenas vinculaciones con el Partido Colorado y llegó a plantearle el plan de ataque al propio Presidente Batlle Berres. Se logró el apoyo de dos dirigentes nacionalistas, Mario Amadeo y Luis María de Pablo Pardo pero no se lograba convencer a líderes del Ejército como Lonardi y Aramburu.

A fines de abril de 1955, se estimó una fecha de ataque a la casa de gobierno: un miércoles entre las 9:30 y las 10:30 horas, en que Perón reunía a su gabinete. El contraalmirante Toranzo Calderón haría a Perón, por teléfono, un ultimátum de 15 minutos para renunciar o serían atacados. Contaba con apoyo aéreo de la base naval de Punta Indio y unos 700 infantes de marina dispuestos a actuar. Se tenía el compromiso de oficiales de la VII Brigada de Morón y de comandos civiles. La misión de éstos era la de neutralizar a los militantes de la CGT y de la Alianza Libertadora Nacionalista, entidad de carácter nacionalista, antisionista, anticapitalista, antidemocrática y antiimperialista, cuya organización era paramilitar y afín a Perón.

Las cosas detonaron en junio de 1955. El país era un hervidero, dividido, enardecido y con una importante crisis económica, de la que el Presidente enmascaraba exacerbando los conflictos políticos y religiosos, enfrentándose, inclusive a la Iglesia Católica al punto de expulsar del país a dos obispos y corrían los rumores que se excomulgaría a Perón.

El 11 de junio de 1955 se dio una multitudinaria procesión de Corpus Christie. Se refiere la participación de 250 mil personas. Sucedió que alguien izó una bandera del Vaticano al lado de la bandera argentina en el mástil del Congreso. La bandera argentina fue arriada en algún momento y se difundió que había sido quemada, conociéndose más tarde que fue un ardid de unos policías. Esto exacerbó los ánimos de todos y obligó al Gobierno y al Congreso a declaraciones y actos de desagravios. 

Así, se decide un acto de desagravio a la bandera y al propio General San Martín. El acto incluía el sobrevuelo de la Catedral de aviones de la VII Brigada de Morón. El ánimo público estaba exacerbado.  El acto convocado por el gobierno constituía una ocasión para el ataque a la casa de gobierno. El descubrimiento que hiciera el Servicio de Información de la Fuerza Aérea del plan de ataque aéreo y terrestre sobre la Casa Rosada detonó que la acción se llevase a cabo el 16 de junio de 1955.

El Servicio de Inteligencia Naval advirtió al contraalmirante Toranzo Calderón que el Servicio de la Fuerza Aérea había descubierto la conspiración, lo que, reitero, obligaba a la acción o a abortar sine die la operación.

La noche del 15 de junio de 1955, fue informado el Ministro de Guerra, General Franklin Lucero (Lucerito para Perón). El Ministro no dio crédito a la información y no la pasó al Presidente o, dicen otros, que se decidió dejar correr el proceso resguardando, eso sí, a Perón. Lo cierto es que, pudiéndolo haber hecho, no se desarticuló al movimiento golpista y se mantuvo la invitación masiva para el acto.

Los hechos comenzaron pasadas las 12 horas del día 16 de junio de 1955, con aviones en vuelo rasante ametrallando la casa de gobierno y tirando bombas. El clima de ese día era malo para la aeronavegación, y la puntería no gozaba de precisión. Así, la primera metralla dio en un autobús que circulaba por la Av. Paseo Colón.

Hubo tres oleadas de ataques aéreos, una hasta la rendición telefónica lograda por el Ministro de Guerra Lucero y dos más luego de esa rendición. Una más intensa que la del mediodía y la última solitaria y de escaso impacto.

También, hubo combates terrestres, con despliegue de rebeldes militares y civiles armados y decididos a tomar la Casa Rosada y luego el Ministerio de Marina. Se combatió en los alrededores de la Rosada y también en Ezeiza. Entre Aeroparque y el río de la Plata, hubo combate aéreo, en el cual un Gloster Meteor leal derribó a un avión rebelde.

El Congreso realizó una sesión de repudio al bombardeo sufrido y la Unión Cívica Radical no participó, ya que los partidos de la oposición consideraban al peronismo como responsable de los sucesos trágicos que se vivían.

A las 13:12 horas, el dirigente sindical Héctor Di Pietro, instalado en el edificio de la CGT en la calle Azopardo, anima por radio a que el pueblo peronista concurra al lugar a defenderlo a Perón. Se reconoce una contraorden de Perón a este pedido de Di Pietro, aunque algunos informan que fue tarde, alrededor de las 16 horas.

A las 15:17 horas, el General Lucero logra la rendición vía telefónica de los rebeldes de a pie. En realidad, quienes estaban en el campo en combate carecían de comunicaciones por lo que los combates siguieron, mientras los pilotos ametrallaban y bombardeaban y desaparecían en el cielo con destino a Uruguay, donde recibieron asilo político. También, se recibió en Uruguay un avión DC-3 que había logrado evacuar desde la VII Brigada de Morón a militares y civiles golpistas.

A las 17:15 horas, Perón afirmó en mensaje radial que “…la situación está totalmente dominada… Nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión”.

La noche del 16 de junio de 1955 fue particularmente “caliente”. Militantes peronistas en masa incendiaron la Curia Metropolitana y diez iglesias católicas, entre las cuales, se encontraban las centenarias Santo Domingo y San Francisco, con destrucción de obras de arte, objetos históricos y religiosos, altares y documentación histórica significativa. También se atacó a la iglesia más antigua de la ciudad de Buenos Aires, San Ignacio de Loyola.

Cuentan cronistas, que viendo Perón reflejos de fuego se habría enojado y ordenó que se “tomaran medidas, porque éstas son bandas comunistas que están quemando las iglesias y, después, me lo van a atribuir a mí”. El general Embrioni, subsecretario del Ministerio de Ejército, antes de llamar al jefe de la policía, le preguntó a Perón si debía hacer el pedido en su nombre. “¡Sí, Embrioni; es una barbaridad, cómo no! Hágalo y dígale a Gamboa que se preocupe al máximo de la seguridad de los templos”. “Pero el jefe de la policía, Miguel Gamboa, obedeció otras instrucciones que, posteriormente le hiciera llega el Ministro del Interior Ángel Borlenghi: contra el deseo de Perón, Borlenghi mandó a la policía permanecer acuartelada y liberar la zona para la llegada de los grupos vandálicos” (Larraquy).

Cerca de las 18:30 horas, el cuartel de bomberos y el departamento de policía comenzaron a recibir llamados de auxilio ante la proliferación de focos incendiarios en el centro de la ciudad. El jefe de Policía, Gamboa,  expresó “pensé que tenía que salir a la calle, pero el Ministro (Borlenghi) me decía que no.

Oscar Benzi, jefe de bomberos, ordenó salir a combatir los incendios pero las brigadas encontraron en cada lugar a grupos de civiles en activa acción incendiaria con bidones y damajuanas de nafta y, además, impidiendo la acción de los bomberos.

Tres sindicalistas de la CGT tuvieron el tino de salvar de la iglesia de San Francisco, las banderas de los regimientos británicos rendidos en 1806, facilitando el ingreso de los bomberos para la acción de salvataje. Sin embargo, las cenizas del general José Matías Zapiola, héroe de nuestro Ejército Libertador, se terminaron perdiendo.

El 17 de junio, la situación estaba dominada por el Gobierno Nacional; los cabecillas de la revuelta estaban detenidos y prestos a sus juzgamientos bajo la ley marcial. A los principales líderes se les ofreció suicidarse o ser juzgados, oferta que tomó Gargiulo, pegándose un tiro. Toranzo Calderón fue destituido y sentenciado a cárcel por tiempo indeterminado mientras que Mayorga, también fue destituido pero y condenado a 18 meses de cárcel.

Tuvo Perón palabras de pacificación con posterioridad a los violentos hechos ocurridos: “Prefiero que sepamos cumplir como pueblo civilizado y dejar que la ley castigue. No lamentemos más víctimas. Nuestros enemigos cobardes y traidores merecen nuestro respeto, pero también merecen nuestro perdón. Por eso, pido serenidad, una vez más”. 

Continúa Larraquy: “La sublevación no pudo tomar el poder. En términos militares, fracasó. Pero el poder político de Perón fue alcanzado por las bombas. El 16 de junio había sido un ensayo. La conspiración no se detenía”. No concuerdo mucho con lo del “ensayo” ya que los grupos golpistas no necesariamente conformaban una unidad y quienes se volcaron a la acción armada ese día aspiraban al éxito y fin del gobierno de Perón. Pero ciertamente, sirvió para los sucesos posteriores.

Perón ofreció la restauración de los templos incendiados, pero la Iglesia rechazó (Ruíz Moreno) entendiendo que serían los feligreses quienes aportarían a las reconstrucciones. Perón renovó su gabinete y continuó con su gobierno, declarando haberse alcanzado la independencia económica y continuando con una nueva reforma constitucional, dando por concluido así “el período revolucionario” de sus gobiernos. Entre la renovación del gabinete, Perón despidió al secretario de medios, Raúl Apold (el Goebbels argentino, según la oposición, tanto por su ascendencia alemana como por sus métodos) y, por primera vez en 10 años de gobierno, un líder opositor fue autorizado a transmitir un mensaje vía la cadena oficial de radiodifusión. Desde allí, Arturo Frondizi, líder del radicalismo opositor, se despachó acusando al gobierno como el responsable de los “sucesos trágicos”. Por su parte, conservadores y demócratas progresistas, exigían públicamente la renuncia de Perón y una amnistía política.

Perón no sostuvo mucho tiempo su pacifismo (real o actuado). El 31 de agosto de 1955, desde el balcón de la Rosada y ante una multitud, expresó: “Desde ya, establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas, o en contra de la ley o la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino {…}  La consigna para todo peronista, esté aislado o esté dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. ¡Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos!” (Larraquy)

Lo que siguió lo veremos en septiembre.






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