LEY DE ABORTO, LEY DE FRACASOS
APROBACIÓN DE LA LEY DEL ABORTO
O LOS MÚLTIPLES FRACASOS QUE ELLA IMPLICA
La ley de aborto aprobada por el Senado, constituye al menos, dos fracasos: desde una
perspectiva humanitaria y desde el propio estado de derecho.
En primer
lugar, los argentinos estamos estrechando (reduciendo) nuestra “humanidad”, es
decir, esa capacidad de sentir afecto, comprensión o solidaridad
hacia las demás personas. En este caso, hacia el niño por nacer, es decir, al
humano en la situación más vulnerable.
El niño por nacer, desde la promulgación de esta ley, queda al arbitrio de una
decisión personalísima, privadísima de otro ser humano. En este sentido, es un
retroceso de la “Humanidad” como expresión de principios propios de lo humano, que se expresaba en la defensa de la vida. A secas.
En segundo
lugar, los hacedores de leyes, han determinado que dos derechos que entran en
conflicto (en el caso, de una persona gestante que no desea a la persona
gestada y en gestación), se resuelva con la vida de uno de ellos.
En todo
conflicto de derechos, las partes han de ceder algo para asegurar lo nuclear de
su derecho. Claro que nunca se resuelve el conflicto, con la muerte legal
de alguno de los intervinientes. El conflicto que plantea una persona gestante
respecto de una persona gestada y en gestación en su seno, la ley lo resuelve
matando al niño por nacer, por sola decisión de la persona gestante. De acá deviene un tremendo acto de injusticia que
clamará por siempre, como ocurre en otras naciones antecesoras en esto del
aborto libre, promovido y al alcance de todas.
Este éxito
vitoreado por las tribunas y los medios, constituye, en realidad, un gran
fracaso para nuestra humanidad. Un retroceso en la Humanidad luego de siglos de
intervenciones sobre el tema que constituyeron avances de la Humanidad. Creyendo que se hace un bien -una “expansión
de derechos”-, se legaliza un arbitrio desmedido e injusto al que se lo oculta tras
argumentaciones falaces, pero asumidas como verdaderas colectivamente. Estamos
en tiempos en que las cosas son lo que los consensos dicen que son.
Desde el
laicismo, se ha dado un paso más en nuestro país, en favor del cese definitivo
de Dios en la vida de los seres humanos. Vivimos en el mundo Occidental un
tsunami de independencia de Dios. Curioso es, debo decir, que en este largo y
exitoso proceso de autonomizar al ser humano de la sola idea de un Dios, estamos
mostrando lo que es una sociedad de construcción puramente humana: avanzan todas las alternativas
de eliminación “humanitaria” de seres humanos, desde la concepción, hasta la
vejez, pasando por la instauración y promoción de la “muerte benigna” para
acabar padecimientos mentales, enfermedades crueles o depresiones
circunstanciales. Si aquel Dios invitaba y obligaba a la vida y su respeto, asumiéndolo
el mundo occidental en multitud de luchas, decisiones y documentos en favor de
la vida humana en todas sus expresiones y fases, el nodios-Hombre está creando
exactamente lo inverso: la promoción de la muerte de otros decidida por seres
humanos. No ya los tribunales, sino simples decisiones cotidianas del tipo “no
quiero esto en casa y lo desecho” o “llegó el momento, para qué sufrir o
incomodar”. Cultura de vida que llevó siglos construir, sucumbe ante una cultura de muerte que se extiende con una facilidad extraordinaria.
Para con la
ancianidad y los casos de personas con discapacidad o alteraciones mentales,
comenzó en naciones “avanzadas” el proceso de ofrecerles -con el marketing
apropiado- la “solución” a sus vidas: no ya la superación de sí mismos, sino
simplemente su autoeliminación. Esto, en las sociedades del nodios-Hombre,
podría hasta ir haciéndose obligatorio.
Hace ya muchos
años ingresamos a una era de oscuridad de la Humanidad. La sociedad del
nodios-Hombre, es una cultura de muerte. Al revés de aquella basada en Dios. ¿Acaso
no era la muerte el terreno que faltaba disputarle a Dios? En la nueva cultura
nodios-Hombre, la muerte empieza a ser accesible a simple demanda y favorecida
con argumentos del marketing de la nueva civilización.
Hoy se
despliegan todos los componentes de esa oscuridad y, el principal, es el
derecho adquirido legalmente sobre la vida y la muerte de otros y sin necesidad,
siquiera, de pasar por tribunal alguno. Los protocolos que los estados establezcan
(consensos legales), dispondrán cada vez más de la vida de las personas, sea
por imposición (cumplidos determinados parámetros, el “sistema” decide la
interrupción de una vida), sea por consentimientos logrados con argumentaciones
“convincentes”.
De acuerdo con este artículo! Triste realidad!
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