LA ENCUESTA REVELA MÁS QUE LO ENCUESTADO
La encuesta realizada en USA entre católicos, cuya síntesis y links se
encuentra al final del texto, me lleva a reflexionar sobre dónde estamos como
católicos y hacia dónde se nos está llevando. La encuesta tiene resultados
mayoritarios que contradicen las enseñanzas y certezas de la Iglesia de siglos.
Este hecho me permite ir colocando las piezas que se han ido generando en el
pontificado de Francisco I en una perspectiva de cambios en la discontinuidad de la integridad de la Fe católica, un “salto”
que permita un reseteo de la institución en línea con el nuevo orden mundial.
La encuesta entre católicos de los EE.UU, revelaría -en mi opinión- que
Francisco encontró una jerarquía y una feligresía que se han desplazado en el
sentido de los principios, valores y prácticas del Mundo, en detrimento de los
propiamente católicos. Así las cosas, tres son los caminos para un Papa, como
Francisco, que asume en el 2013: dejar que las cosas transcurran; fortalecer la
identidad católica y aceptar una Iglesia en “salida” (aunque no en sentido
francisquista) o adecuar a la Iglesia al orden y tendencias predominantes.
Opino que el Pontífice estableció una estrategia “organizacional” basada
en alinear la Iglesia a la “nueva”
feligresía (aunque el movimiento es antiguo). Así, el proceso iniciado por
Francisco es el de “alineamiento organizacional”,
es decir, serán la doctrina y la disciplina heredadas de los Apóstoles y el
desarrollo durante siglos, las que se muevan en el sentido de los fieles y, con ello, del Mundo. Lo llamo un
“alineamiento inverso” o “alineamiento negativo” en contraposición
al alineamiento de la feligresía a los principios y valores elaborados por la
Iglesia, siendo tu problema personal el grado de aceptación.
Lo que nos dice la encuesta publicada por Religión y Libertad, es que
los católicos han “acordado” sus vidas al ambiente social y político del que
son parte, sustituyendo las enseñanzas católicas, si es que las hubieran
recibido. Claro que cabe la posibilidad de que lo que han recibido sea
precisamente lo que están creyendo, suponiendo así estar perfectamente
alineados al cristianismo de siempre.
Se trata de un antiguo proceso de “descatolización interna” con hondas
raíces históricas según lo escribió Philip Trower, en “La Iglesia Católica y la
Contra-fe”. Allí, estudia cómo se llega
al pensamiento moderno filosófico y también católico, pero, más cercanamente
apunta al “... pensamiento del P. Karl
Rahner, el principal peso pesado teológico de la Iglesia durante los 30 años
desde alrededor de 1960 hasta 1990 (seis años después de su muerte). Los teólogos son el canal principal a
través del cual los desarrollos o desviaciones doctrinales entran a la
corriente principal del pensamiento católico. Ellos también crean el estilo
intelectual en el que, en una época determinada, la divina revelación se
transmite a través del clero al pueblo católico. En ambos de estos aspectos, el
P. Rahner, por encima de todos los otros teólogos del período, merece ser
estudiado” (cap.I)
Esta encuesta nos estaría mostrando que la feligresía se ha desplazado
de lleno al pensamiento mundano predominante, practicando su fe “des-alineada” respecto de lo construido durante
siglos por el catolicismo.
Parecen haber sido inútiles los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto
XVI y sus intentos por reducir lo que hoy, con algunas liberalidades del actual
Pontífice, se muestra como una corriente mayoritaria y que, de alguna manera, condiciona al papado, a la doctrina y la
disciplina moral.
Podríamos debatir sobre qué educación “católica” recibieron las últimas
generaciones desde los años 70s. El libro de Philip Trower es muy, muy
interesante leerlo y reflexionarlo, pero dado que lo que podría haber sido una “luteranización” de nuestros teólogos, se
ha transmitido a las universidades y promovido en todos los niveles, creándose
la situación actual de una ruptura con las enseñanzas de la Iglesia Católica en
20 siglos.
Estas “bases” son las que ordenó Francisco I escuchar en un camino
sinodal que culminará en Roma en el segundo semestre del 2023, cuando se
reunirán los Obispos y darán un trabajo final sobre una nueva iglesia católica,
“liberada” de la continuidad doctrinal debida, que le daba integridad,
coherencia con la vida, obra, mandatos y guías de Jesús en la Tierra en todos
los tiempos. Empezaron ya los “nuevos tiempos”.
El Papa Francisco I aportó tempranamente una idea de lo que se vendría
de su mano: la figura del poliedro no
es más que decirnos que todos tienen cabida en la Iglesia Católica (salvo los
tradicionalistas, tal como viene asfixiando a la misa Tridentina, o degradando
al Opus Dei, o cambiando la esencia de la Orden de Malta y un largo ooooo).
Como gestos contrarios a la continuidad de las enseñanzas de la Iglesia
Católica, la ceremonia de la Pachamama en el Vaticano; el sínodo de la
Amazonía; las referencias a la homosexualidad en sentido social; la fraternidad
universal sin Cristo; los silencios ante diversidad de ceremonias sacrílegas
hasta no hace mucho y la prohibición de ceremonias por siempre cristianas; el
apoyo silencioso pero efectivo a abortistas confesos en función de gobierno
(Biden, Pelosi) o la comunión de Alberto Fernández y su esposa, convivientes no
sacramentales, abortistas activos y sin trayectoria católica conocidas. Claro
que Amoris Laetitia parece dar permiso a personas en pecado grave comulgar y
los gestos de tolerancia parecen ratificarlo.
No parece faltar mucho para que recemos por la “armonía” en la Iglesia y
no por la “unidad” de la Iglesia como se viene haciendo por siglos: se
corresponde mejor con la idea del poliedro.
Cuando vemos en conjunto los documentos, las declaraciones, los gestos
de Francisco I, queda más claro el proceso que ha iniciado y que se muestra con fuerza y promete expansión
y permanencia en el tiempo precisamente por tratarse de las demandas de las “bases”,
nada más democrática y, en consecuencia, más “legítimo”.
De esta manera, la nueva iglesia católica dejará atrás la tradicional
demarcación del tiempo con epicentro en Cristo para hacerlo con un “antes de Francisco I (AF) y un después de
Francisco (DF)”, donde conviven todos los que quieran participar de al menos
uno de los ritos católicos, desdeñando todos los demás. Sólo hace falta creer
en un Jesús de confección propia y “solidaridad” con el hermano y el medio
ambiente. El “ideal” católico, las enseñanzas fuertes de Jesús, quedarán para
los santos, cosa que, en la nueva iglesia, no es lo relevante.
La participación en la Iglesia Católica, entonces, ya no exige unidad de
creencias: se pueden negar todos y cada uno de los dogmas sin consecuencias ni
siquiera de mera y fraternal corrección.
Se puede aseverar desde la homilía dominical que lo de ir a misa es cosa
de los mayores de 60 años de edad mientras que es otra cosa en los menores de
esa edad. Ciertamente es un hecho sociológico incontrovertible que hay mucha
gente que no va a misa y las pocas veces que va comulga sin sacramento de
confesión previamente, pero lejos de sentirse el sacerdote desafiado a revertir
el “hecho sociológico”, le da tranquilidad personal de que la fe hoy se expresa
así y está bien, es lo querido por el Espíritu Santo.
Lo apuntala la orden del Papa de no hacer proselitismo no sabiendo uno
ya dónde queda la evangelización. En Francisco, las conductas son las que evangelizan
y se muestra desdeñoso de las evangelizaciones pasadas. Ahora bien, la manda de
Jesús “Vayan por todo el mundo, anuncien
la Buena Noticia a toda la creación…” (Mc 16, 15) ha sido clara por siglos mientras
que hoy parece una transgresión.
Tantos católicos hoy viven bajo las creencias luteranas de la salvación
por la sola Fe, la relación directa con Dios, la libre interpretación de los
textos bíblicos, por ejemplo. De hecho, en las misas de difuntos, los
sacerdotes se encargan de decir que el muerto ya está con Dios en el cielo controvirtiendo
la doctrina del Purgatorio. En síntesis, todo está controvertido y Francisco I
parece haber decidido ajustar “la superestructura” a las demandas de abajo:
llega, por fin, el confort a los cristianos, aunque Jesús haya prometido otros
esfuerzos y sacrificios para lograr el Reino de Dios.
El Papa Francisco I ha emitido un par de veces alguna observación sobre
el ya largo sínodo alemán, que ha amenazado varias veces con poner primera y
terminar anticipándose a los objetivos y tiempos de Francisco. De allí que el Papa
llamó a su propio Sínodo el cual compite con el de Alemania por la primicia de
las “buenas nuevas” de ahora en más, después
de Francisco. No es cuestión que se le quite el “mérito” al Santo Padre.
Los “tradicionalistas”, “conservadores”, “integristas”, defensores de la
continuidad doctrinal y moral de la Iglesia de todos los tiempos, no han
constituido una unidad de respuesta, mostrándose los “integristas” rápidamente
contrarios al curso que el Papa insinuaba para la Iglesia, mientras que los
otros creo que recién comenzarán a salir del estupor de estar asistiendo a
semejante cambio, nunca aceptado y siempre temido. Deben, primero, desanudar el principio de obediencia al Papa.
El próximo paso para todos ellos, será la “conversión a la nueva iglesia católica”;
la convivencia en personal integridad sin expresión comunitaria; unirse como grupos de preservación de la Fe, atrincherándose
y que pase el tiempo que otorgue el Espíritu Santo a esta exitosa ola de “deconstrucción”
de lo católico propiamente dicho. Finalmente, producir un cisma.
Para ir cerrando, el proceso iniciado por Francisco es de alineamiento
de la Iglesia Católica, sus fundamentos históricos, doctrinarios y morales a
las demandas del Mundo, ya establecidas y en pleno desarrollo, como a la perspectiva luterana de la religión
cristiana. Demandan estos católicos que se reconozca su derecho a vivir la fe
según la propia y narcisista convicción y se declare que así se salvarán,
también.
La Iglesia así alineada al Mundo deja de ser un faro espiritual, de salvación
en los términos aprendidos y transmitidos por los Apóstoles, para constituirse
en una fraternidad planetaria cuyo encuentro con Jesús es conforme la propia
experiencia y construcción, todo en armonía con el nuevo orden mundial.
Vamos a la síntesis de la encuesta según el portal Religión Digital:
>El 63% de los católicos sostiene que el aborto debería ser legal en
todos los casos, algo que choca con la postura oficial de la mayor parte del
episcopado estadounidense, que invitó a los católicos a rezar por que el
borrador se haga realidad;
>El 70% de los católicos están a favor de la comunión para los
divorciados vueltos a casar, y casi 8 de cada 10 (un 77%) piden que gays,
lesbianas, bisexuales o transexuales también puedan hacerlo;
>Más de dos tercios de los encuestados, además, se mostraron a favor
del sacerdocio femenino, y una cifra similar (65%) pidieron que los hombres
abiertamente homosexuales deberían ser ordenados;
> El 70% de los católicos están a favor de la comunión
para los divorciados vueltos a casar;
> Casi siete de cada diez, el 68%, afirmaron asistir a misa una vez al mes
o menos, mientras que el 37% admitió que ahora lo hace menos que hace cinco
años.
>Uno de cada cuatro sostuvo que su opinión sobre la Iglesia había
empeorado, mientras que sólo el 17% dijo que había mejorado.
Sobre la encuesta que se puede ver en https://www.religiondigital.org/america/encuesta-catolicos-eeuu-comunion-politicos-aborto-obispos-gays-mujeres-sacerdotes-divorciados_0_2457954194.html
La encuesta es tomada por el portal de este otro: https://www.thetablet.co.uk/news/15551/majority-of-us-catholics-do-not-support-bishops-on-abortion#:~:text=Majority%20of%20US%20Catholics%20do%20not%20support%20bishops%20on%20abortion
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