24 DE MARZO: ¿UNA VIOLENCIA O TODAS LAS VIOLENCIAS?
En la reflexión y análisis crítico a la que invita la ley 25.633 los días 24 de marzo, debemos, en mi opinión, extender la mirada desde las víctimas que dicha ley señala como causa del día y, como una cámara que asciende hacia el espacio, ver el contexto local, el provincial, nacional e internacional, en los que ocurrieron los hechos.
La ley establece en su
primer artículo que se trata de un día “…en conmemoración de quienes resultaron
víctimas del proceso iniciado en esa fecha del año 1976”
Ciertamente bien vale
recordar la génesis de lo acaecido en nuestra Nación, desde bastante antes que
lo ocurrido a partir de un 24 de marzo de 1976, día del golpe de estado más
reclamado por las dirigencias y la sociedad, producto de una saturación de los
hechos de violencia contra la sociedad, las empresas, trabajadores, sindicalistas,
sacerdotes, objetivos públicos como servicios eléctricos, atentados a
ferrocarriles, tanto civiles como militares, durante más de una década y en
constante crecimiento.
También vale “memoriar”
que la Presidente de la Nación, la viuda de Perón, estaba tironeada por dos
bandos -ambos del partido peronista en el gobierno y con mayorías en el
Congreso-: el bando que deseaba removerla para designar a un político en
condiciones de encarrilar el caos en que la violencia terrorista tenía sumido
al país y al gobierno y, el otro bando, encabezado por Lorenzo Miguel, que la
sostenía con tozudo éxito en el gobierno.
De lo que se trata -siempre
en mi opinión- es de la VIOLENCIA. Nuestro país, registra muchísimos años de
violencia, lo que está tratado en el libro de Larraquy “Argentina, un siglo de
violencia política, 1890 a 1990” y ni te cuento antes de 1890.
Pacificar al naciente
país desde 1810 ocurrió con harta violencia. La instalación del Estado Nacional
a partir de la Constitución Nacional de 1853, tuvo actos de supuesta “última
violencia” -siempre en mi opinión- para pacificar los ánimos de los propios blancos,
de los indios y establecer el imperio del derecho y las instituciones en todo
el territorio de “una nueva y gloriosa Nación”.
Vinieron nuevas
violencias de la mano del anarquismo ensalzado por Bayer de la era del
crecimiento económico descomunal de fines del s. XIX y principios del XX.
Violencia de la mano anarquista, como queda dicho, y de la política, donde
cualquier elección luego del 1910, ha ocurrido con violencias diversas. Los
golpes de estado, respondieron a causas muy circunstanciales y representaron
una especie de arbitrajes en situaciones de empate o imposibilidad de superar
al otro. Más violencia, donde la propia política continuaba antiguas violencias
pero desde un terreno no militar.
La violencia de los
años 60 y 70s respondió a causas ideológicas en un entramado mundial de
naciones bajo el dominio comunista y naciones bajo el dominio de la libertad y
el capitalismo. Dos modelos, que aún hoy en unos pocos países del mundo y con
diferentes grados, continúan batallando como si fuera el primer día, solo que
varios de ellos ya están en la esfera marxista, con los correlatos de pobreza
extendida, escasez, corrupción gubernamental, eliminación de las minorías
opositoras y un largo etcétera, que se pretendía imponer en aquellos tiempos.
Quienes decidieron
encarar la lucha armada, fueron personas bajo influencia comunista, tanto en lo
filosófico-ideológico como en el juego geopolítico mundial. Los movimientos
terroristas contaron con apoyo de estados extranjeros, sea en entrenamiento,
provisión de pasaportes, de dinero, refugio. Eran alentados a la acción armada
contra objetivos militares, civiles, contra infraestructura colectiva desde
Cuba o Libia o Rusia o China.
El objetivo último de
esta actividad fue la toma del poder político por parte de las organizaciones
revolucionarias, generando nuevas naciones en la esfera comunista. Las
vanguardias progresistas tenían definido por Marx la eticidad del uso de la
violencia aun con “efectos colaterales” como niños, trabajadores y otros de la
vida diaria y toda acción que creara caos entre la población forzando así la
demanda de reacciones de los gobiernos y, finalmente, sus caídas.
Memoro que durante los
70s esta actividad violenta e indiscriminada, se multiplicó, pasando a ser tema
cotidiano de los argentinos, donde los medios anoticiaban desde un pequeño atentado
en un pueblo o la devastación de un edificio entero producto de un eficaz
operativo que comenzara en un colegio de niñas, en la que una se “hace amiga”
de otra, se la invita a dormir, pone la bomba y estalla todo.
Insisto: el objetivo
de esta actividad tan violenta, con asesinatos a mansalva de trabajadores, directivos
de empresas por ser de multinacionales y otras acciones “necesarias”, era la
toma del poder para la instauración de una nación socialista al estilo cubano.
Si luchaban contra dictaduras militares (gobiernos militares de facto que
merecen otro capítulo), lo hacían para derogar la Constitución Nacional, el
sistema republicano de gobierno, la democracia “burguesa”, las libertades de
pensamiento, expresión, la de oposición. Tal como lo exhibía el régimen cubano
impuesto a punta de pistola, donde terminaron asesinando a campesinos y “gentes
del pueblo” una vez asumidos en el poder. Están escritas las orgías sangrientas
del Che Guevara que ningún comunista niega, pero sí reclama a quienes
cometiendo lo mismo no eran comunistas. Se trata de la doble moral con que
operaban los militantes de estas organizaciones. Lógica en la que, aún hoy,
pretenden encapsularnos.
Tal como pide la Ley,
hago memoria, con expresiones post 24 de marzo de 1976 de parte de actores de
la violencia terrorista:
>Luis Matini, integrante del PRT-ERP, de verdadero nombre Arnoldo Kremer, quien sucedió a
Santucho en la conducción de la agrupación, publicó en “Hombres y mujeres en el
PRT-ERP” (1990): “La verdad es que nosotros nunca pensamos en la democracia. Nosotros
pensábamos en la democracia en términos de Lenin, como un paso, un instrumento
para el socialismo, teníamos toda la concepción leninista más dura”.
>Jorge Masetti, integrante del PRT-ERP, oficial de la
inteligencia cubana. En “El furor y el delirio -itinerario de un hijo de la
revolución cubana” (1999): “Hoy puedo decir que por suerte no obtuvimos la
victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el
grado de dependencia de Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una
barbarie generalizada … Una de nuestras consignas era hacer de la
cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina, donde, primero,
hubiéramos fusilado a los militares, después a los opositores, y luego a los
compañeros que se opusieran a nuestro autoritarismo; y soy consciente
de que yo hubiera actuado de esa forma”.
>Martín Caparrós, integrante de Montoneros y destacado escritor
en “La izquierda en la Argentina” (1998), “¿Nos hubiera gustado a nosotros vivir en un
país donde hubiésemos ganado? Yo dudo que hubiese durado mucho tiempo en un
país gobernado por Montoneros, lo cual es tristísimo.
>Marisa Sadi, integrante de la Juventud
Universitaria Peronista, comentando las muertes en combate (este término era de
uso de las agrupaciones terroristas) de dos de sus jefes: “…la cómoda y
remanida pretensión de instalarlos exclusivamente -al igual que se hace a
menudo con “los 30.000”- en el sitial de las víctimas, desconociéndolos como sujetos de
armas tomar, jugados y asumidos….Si en definitiva es una obligación
mostrarlos como eran y no intentamos quedar bien con nadie, aquí ¿debe
uno hacerse el distraído a la hora de apuntar ciertas cuestiones? Por un decir,
con
los fierros no era manco Manuel, tampoco Pablo; en el enfrentamiento
dicen, se cargó a dos antes de caer acribillado. Por un decir…”
Finalizo aquí, por que
si no terminaré escribiendo un libro y ya están escritos. Desde La Voluntad de
Caparrós y Anguita, por ejemplo, con profusión de reconocimiento de hechos y
objetivos muy bien novelados, hasta Crónica de una Guerra Negada, de Jorge
Héctor Di Pasquale, pasando por textos de Juan B. Yofre. Muchos otros. Hay
historia escrita: debemos lograr que, un día, subsuma a la memoria.
La memoria humana es
selectiva de los recuerdos que recuerda como de la emocionalidad que despierta,
constituyendo un círculo que, en determinadas circunstancias, no es más que un
círculo vicioso.
Este 24 de marzo de
2021, gozo del tiempo para expresar, tal como pide la Ley que establece el
feriado, mis reflexiones críticas acerca de la conmemoración.
Debemos los argentinos
pasar de la memoria a la Historia ya que si no queremos que se repitan los
hechos del pasado -tal como pretende la ley que estoy obedeciendo- debemos
verlos a TODOS los hechos y circunstancias; TODAS las motivaciones de las
partes y ampliar la perspectiva. Siempre y cuando sea el objetivo de terminar
con el círculo de violencia, toda violencia: la exaltación de una violencia, termina
“justificando” todas las violencias. Y creo que esta debe ser la reflexión del
día.
Lamentaremos por
siempre la chorrera de sangre que corrió, especialmente de coetáneos que
creyendo en el marxismo de moda en la época, asumió que la lucha armada, el
secuestro, el asesinato, las bombas era el camino para establecer una dictadura
del proletariado, donde camino y final del camino fueron absolutamente
violentos e indeseables para el grueso de la población argentina.
Que la respuesta
militar haya sido excesiva, no debe empañar nuestro parabrisas, ni el delantero
ni el trasero: ocurrieron más cosas, concatenadas entre sí y, a tales
monstruosos propósitos (siempre en mi opinión, de aquel entonces transitando
mis 20 años y hoy en día, los 70s), monstruosas derivaciones.
Si el exceso en la
represión ha quitado el “gloria y loor” a quienes la sociedad pedía a gritos su
intervención, no es posible -en mi opinión- otorgarles “gloria y loor” a las
víctimas del proceso iniciado el 24 de marzo de 1976, como es lo que ocurre en
el sistema educativo y en los medios. Hay tanta víctima a mansalva que es
tiempo de pedir, un poco de respeto a lo que vivimos los que lo vivimos.
Las víctimas en esta ley, son las del “proceso
iniciado en 1976”. Sin embargo, hay más víctimas que, quedando afuera, claman
al día de hoy: los civiles, religiosos y toda clase de gente, de niños que, sin
comerla ni beberla, fueron asesinados por los “ideales de otros”. Va mi recuerdo a
tantos de los que, en cada momento, he sufrido cada noticia.
Hay más víctimas: los
propios militares que tomaron el gobierno y las acciones en el campo de guerra,
quienes soñaban con otra cosa que no era la degradación y el encarcelamiento.
Aún cuando lo merecieran, también fueron víctimas del estado de caos impuesto
por las organizaciones terroristas con anclaje internacional y de la
falta de respuestas de la dirigencia política y sindical de la época,
incapaz, de proveer de soluciones institucionales conforme sus responsabilidades.
Hay más víctimas: los
que creyeron que un mundo mejor podía surgir de la violencia más cruda e
indiscriminada y se lanzaron a esa quimera.
Va en este día, mi
oración por todas las víctimas de la violencia, de todos los tiempos.
E invito a quien lea
esto, a exigir sobre las responsabilidades propias de los gobernantes y
dirigentes del peronismo de la época que, teniendo la responsabilidad
institucional de establecer el imperio de la paz en la sociedad argentina,
solamente hicieron politiquería de facciones y con sus erradas políticas
económicas -que aún hoy cultivan-, “lograron” el mayor caos que recordemos toda
una generación de argentinos: una vez más, la dirigencia política pretende desprenderse de sus propias responsabilidades, cargando las tintas en las consecuencias y no en las causas.
PD
Mis recuerdos personales:
>Carlos Saccheri, extraordinario profesor en la carrera de Sociología, asesinado desde atrás mientras subía sus hijos al auto luego de misa;
>Luis Orvieto, ex compañero en un año de secundario, estudiante de cine en La Plata y quien desapareciera. Nuestro último encuentro, en el departamento de mis padres, hicimos en conjunto un guión para un trabajo práctico que debía presentar perentoriamente. Desconocía su militancia, adquirida cuando pasó de Capital a La Plata. Era más bueno que Lassie, así que supongo que fue la pertenencia a un grupo lo que determinó su desaparición.
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